Sunday, March 16, 2008

PEDRO MIR: HAY UN PAIS EN EL MUNDO


Hay un país en el mundo




Hay
un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de anoche,
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como una ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras antiguas.
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal, fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

En verdad.
Con dos millones
suma de a vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el cantío de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio el amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar,
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor de la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruído,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido.

No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el líquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
vente veces lo digo y lo dije
son del ingenio
"nuestros campos de gloria repiten"
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arroje la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.

Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿De dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina salud del oro
Los campesinos no tienen tierra?
Esas es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.

Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador
de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano sereno
con el reloj, que lo mira con su muerte secreta,
y a la joven temprana consiéndose los párpados
en el saco cien mil y al rastro del salario
perdido entre las hojas del listero. Y al perfil
sudoroso de los cargadores envueltos en su capa
de músculos morenos. Y al albañil celeste
colocando en el cielo el último ladrillo
de la chimenea. Y al carpintero gris
clavando el ataúd para la urgente muerte,
cuando suena el silbato, blanco y definitivo, que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldas
de repente, corre entre los raíles,
sube por las grúas, cae en los almacenes.
En los patios, al pié de una lavandera,
mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.
En las calles se queja en el pregón. Apenas
su pié despunta desgarra los pesebres.
Recorre las ciudades llenas de los abogados
que no son más que placas y silencio, a los poetas
que no son más que nieblas y silencio y a los jueces
silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas
y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.

¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de
sangre.
Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento.
Sangre en el efectivo producto de amargura.
Este es un país que no merece el nombre de país.
Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.
Es cierto que lo beso y que me besa
y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraidos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.

Y esa es mi última palabra.
Quiero
oirla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.

Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.

Después no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

PEDRO MIR: SI ALGUIEN QUIERE SABER CUAL ES MI PATRIA


Si alguien quiere saber cuál es mi patria




I

Si alguien quiere saber cuál es mi patria
no la busque,
no pregunte por ella.

Siga el rastro goteante por el mapa
y su efigie de patas imperfectas.
No pregunte si viene del rocío
o si tiene espirales en las piedras
o si tiene sabor ultramarino
o si el clima le huele en primavera.
No la busque ni alargue las pupilas.
No pregunte por ella.

(¡Tanto arrojo en la lucha irremediable
y aún no hay quien lo sepa!
¡Tanto acero y fulgor de resistir
y aún no hay quien lo vea!)

No, no la busque.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
no pregunte por ella.
No quiera saber si hay bosques, trinos,
penínsulas muchísimas y ajenas,
o si hay cuatro cadenas de montañas,
todas derechas,
o si hay varios destinos de bahías
y todas extranjeras.

Siga el rastro goteando por la brisa
y allí donde la sombra se presenta,
donde el tiempo castiga y desmorona,
ya no la busque,
no pregunte por ella.
Su propia sangre, su órbita querida,
su instantáneo chispazo de presencia,
su funeral de risa y de sonrisa,
su potrero de espaldas indirectas,
su puño de silencio en cada boca,
su borbotón de ira en cada mueca,
sus manos enguantadas en la fábrica y
sus pies descalzos en la carretera,
las largas cicatrices que le bajan
como antiguos riachuelos, su siniestra
figura de mujer
obligada a parir
con cada coz que busca su cadera
para echar una fila de habitantes
listos para la rueda,
todo dirá de pronto dónde existe
una patria moderna.
Dónde habrá que buscar y qué pregunta
se solicita. Porque apenas
surge la realidad y se apresura
una pregunta, ya está la respuesta.

No, no la busque.
Tendría que pelear por ella...

II

Así vamos los pueblos de la América
en mangas de camisa. No pregunte
nadie por la patria de nadie.
No pregunte
si el plomo está prohibido, si la sangre
está prohibida, si en las leyes
está prohibida el hambre.
Si resulta la noche
y firmemente los labriegos saben
el rumbo de la aurora,
el curso de la siembra. Si los sables
duermen por largo tiempo,
si están prohibidas las cárceles...
Porque apenas en crudo mozalbete desgranado
enarbola la paz como un fragante
pabellón infinito, en nombre del amor
o de la juventud en medio de las calles,
el látigo produce su rúbrica instantánea,
su bronco privilegio. Porque apenas
un escritor coloca sus telares
en la página blanca y teje un grito
y pide paz y pide voz o pide pan y luz
para las sombras populares,
para los barrios, para las niñas,
para las fábricas, para los matorrales,
cuando no es el ostracismo es el silencio,
cuando no es el olvido es el gendarme...

Y así vamos los pueblos de la América
tan numerosos y unos. No pregunte
nadie
por la patria de nadie.
Ni en los países del mar o los océanos
todos con sus hermosas capitales,
ni en las islas o los cayos
matinales.

No pregunte si hay minas infinitas,
todas inagotables,
y luchas por salvarlas del saqueo,
todas con cadáveres...
Un aroma común, un aire justo
de familia recorre nuestros ángeles,
nuestros fusiles, nuestras metonimias...
Un rostro amargo y una misma mano y unas ardes
melancólica de nuestras tierras creían
los mismos sudores, los mismos ademanes
y la misma garra sangrienta y conocida.

Nadie pregunte por la patria de nadie.
Por encima de nuestras cordilleras y las líneas
fronterizas, más rejas y alambradas que carácter,
o diferencia o rumbo del perfil,
el mismo drama grande,
el mismo cerco impuro el ojo vigilante.
Veinte patrias para un solo tormento.
Un solo corazón para veinte fatigas nacionales.
Un mismo amor, un mismo luego para nuestras tierras
y un mismo desgarramiento en nuestra carne.

No, no pregunte
nadie por la patria de nadie.
Tendría que mudar de pensamiento
y llorar solamente por la sangre...



III

Si alguien quiere saber cuál es mi patria
se lo diré algún día.
Cuando hayan florecido los camellos
en medio del desierto. Cuando digan
que las mujeres bajan sus dos manos
de la cabeza y la alzan en la brisa,
cuando los trenes salgan a la calle
el día de la fiesta con sus vías
bajo el brazo y descanse el fogonero.
Cuando la caña se desnude y rían
los machetes en fuga hacia el batey
dejando en paz las manos sorprendidas.
Cuando todo milagro sea posible
y ya no sea milagro el de la vida:

Cuando empiece a bajar esta manera
de ignominia
y deje al descubierto hacia la aurora
el fondo firme de los pueblos. Día
justo de enumerar las cordilleras
de la nueva semana y cuáles son
los meses que contienen alegría.

Entonces se sabrá cuál es mi patria
y mucha gente irá con sus camisas
de todos los colores y ciudades.
Llenarán sus costuras con la firma
nuestra, de nuestra libertad y entonces
irán a repartirlas.
La llevarán al viento por los valles
en todas las Antillas.

Dirán que somos libres y golosos,
que gozamos del pan y de la espiga.
Que cada hombre tiene dignidad
cada mujer sonrisa.
Que tenemos la patria verdadera
y ésta también será la patria mía.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
se lo diré ese día.
Yo lo diré tocando la guitarra
con mi novia bordada en la camisa,
con botones de oro, blancos puños
y una gran ampolla sonreída...

Si alguien quiere saber dónde está ella
yo lo diré ese día.
Ahora no lo busque.
No pregunte por ella todavía.

Pero el día fragante que lo sepa
procure estar bien cerca y bullicioso,
porque habrá patria grande para entonces
y no habrá ni un silencio de rodillas...

IV

Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
lo diré en una tarde americana.
Cuando el mundo se quite la cabeza
y le arranque la espina innominada.
Cuando el hilo de todas las fronteras
teja como una alfombra todas las patrias.
Y una risa inmensa
recorra las montañas
y haga huir como murciélagos despavoridos
a los acorazados con sus arrogancias,
con su larga cadena de oprobio
que une nuestras gargantas
y nos saca en sangre pulpa
las tierras perfumadas...

Y empiece entonces a inundar las calles
tanta gente escondida dentro de su casaca,
y las imprentas salgan a ver
con el vientre lleno de libros y de portadas
todos nuestros suburbios desde sus páginas
y las madres alcen sus hijos hacia la luz
de la aurora, sin guerra y sin amenazas...

Día justo y solemne de contestar
de cuánto goce se compone una patria.
Cuáles son los veinte ruidos
de la nueva batalla.

A quién le corresponde el apetito,
a quién el gesto copioso y la guirnalda,
qué colorido el del más ancho traje,
qué ritmo el de la más noble carcajada.
Cuáles bueyes y cuáles sementales
en la exposición donde las frutas y las canastas...

Pero ahora
nadie pregunte por la patria
de nadie.

Y el día en que estalle
la libertad suprema y soberana,
procure estar bien cerca y bullicioso
porque habrá una gran patria,
una grande, inmensa, inmóvil patria para todos
y no habrá ni un país para estas lágrimas...

Saturday, March 15, 2008

RESCATA GOBIERNO DE USA AL BANCO BEAR STEARNS




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Usted está aquí: sábado 15 de marzo de 2008Economía → Rescata el gobierno de Estados Unidos al banco Bear Stearns
■ La institución admitió que su liquidez “se había deteriorado significativamente”
Rescata el gobierno de Estados Unidos al banco Bear Stearns
■ Se han decidido acciones para amortiguar perturbaciones de los mercados, declaró Bush
■ En reserva, la cantidad destinada al salvamento; sólo en los 30 y 60 se utilizó este mecanismo
Reuters y Afp
Ampliar la imagen El presidente George W. Bush ayer en el Club de Economistas de Nueva York Foto: Ap
Ampliar la imagen Oficinas de Bear Stearns en Nueva York Foto: Ap
Washington, 14 de marzo. El gobierno de Estados Unidos, que hasta hace poco tiempo afirmaba que no salvaría a bancos imprudentes, se vio obligado este viernes a salir al rescate de Bear Stearns, luego de que la firma admitió que su liquidez “se había deteriorado significativamente”, un reconocimiento que avivó el temor de una crisis profunda del sistema financiero en aquel país y provocó la caída en el precio de las acciones en las principales plazas del mundo.
La decisión de la Reserva Federal (Fed) estadunidense de acudir al rescate de Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión de Estados Unidos, marcó un hito en el desarrollo de los acontecimientos que en los últimos meses ha colocado a la principal economía del mundo a las puertas de una recesión.
Un alto responsable de la Fed citado por la cadena de información financiera CNBC aseguró que es preciso remontarse a los años 30 del siglo pasado, en plena recesión, y luego a los años 60 para encontrar antecedentes de una operación de salvamento bancario conducido directamente por el banco central, reportó la Afp. Hace 10 años, el fondo especulativo Long Term Capital fue rescatado por grandes bancos privados, a petición de la administración estadounidense.
En los más altos niveles del gobierno de Estados Unidos se ha justificado la distorsión de los principios liberales por los riesgos que amenazan al conjunto del sistema financiero del país, debilitado por el aumento de la morosidad en los créditos hipotecarios concedidos sin debidas garantías de pago.
“Hoy se han decidido nuevas acciones para amortiguar las perturbaciones de nuestros mercados financieros”, declaró el presidente George W.Bush, en un discurso pronunciado en Nueva York mientras en las bolsas el precio de las acciones iba a la baja. “La situación evoluciona rápidamente”, añadió Bush. “Estamos pasando por un momento difícil”, declaró.
Bear Stearns es uno de los cinco grandes bancos de inversión de Wall Street y una eventual quiebra, riesgo que se hizo patente este viernes ante la falta de recursos para atender los pedidos de retiro de fondos de sus clientes, acarrearía un efecto de dominó.
“Es obvio que el aumento de los casos de insolvencia y de embargos de viviendas es un desafío importante para numerosos consumidores y para muchos barrios”, dijo el presidente de la Fed, Ben Bernanke. “La Reserva Federal está firmemente dispuesta a emplear toda su autoridad, sus conocimientos y recursos para aliviar la intranquilidad”, añadió.
Los crecientes problemas que enfrenta Bear Stearns representa “un nuevo desafío” para las autoridades y los mercados financieros, declaró Henry Paulso, secretario estadunidense del Tesoro.
El anuncio de Bear Stearns de que enfrentaba problemas de insolvencia que lo obligaban a recurrir a la Reserva Federal y al JP Morgan Chase por fondos de emergencia intensificaron los temores de una crisis global de crédito, reportó Reuters. Los títulos de Bear Stearns, compañía que se especializa en finanzas hipotecarias e intermediación y que fue uno de los primeros en admitir que tenía problemas por préstamos hipotecarios, perdieron este viernes 47 por ciento de su valor y se desplomaron de 54.2 a 27 dólares por acción, el nivel más bajo en una década.
El financiamiento de urgencia obtenido por Bear Stearns, cuyo monto no fue revelado –en interpretación de algunos analistas para no aumentar la preocupación sobre la debilidad del sistema financiero– serán aportados directamente por la Reserva Federal al banco JP Morgan, que los prestará a Bear Stearns. El suministro se hará en un plazo de 28 días.
Los crecientes problemas del sistema financiero estadunidense aumentaron la percepción de que esa economía se encamina a una recesión, lo que se reflejó este viernes en los índices bursátiles. El indicador Dow Jones, retrocedió 1.6 por ciento, para situarse en 11 mil 951 puntos. El índice Standard and Poor’s 500, más representativo, retrocedió 2.08 por ciento, a un nivel de mil 288 puntos.
En Londres, la bolsa retrocedió 1.07 por ciento; la de París cayó 1.07 y la de Francfort, 0.92 por ciento.
La onza de oro, a nuevo récord: mil 7.40 dólares
En Londres, la onza de oro registró un nuevo récord a mil 007.40 dólares la onza este viernes, al día siguiente de haber franqueado el umbral de los mil dólares por primera vez en la historia debido a una nueva caída del dólar, que se hundió a 1.56 por euro.
El metal amarillo se beneficia a la vez del alza de los precios del petróleo y del derrumbe del dólar. El oro ha ganado cerca de 20 por ciento en 2008 y 32 por ciento en 2007.
Cuando el dólar se hunde, el oro y otras materias primas cotizadas en el billete verde suben, ya que se tornan más baratas para los inversionistas que disponen de divisas más fuertes. El alza del crudo, que alcanzó los 111 dólares el barril en Nueva York, un récord histórico, alimenta asimismo los temores inflacionarios y conduce a los inversionistas a comprar oro, colocación tradicional contra el alza de precios.

Saturday, March 1, 2008

MARTI, VISTO POR RUBEN DARIO


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Fecha de Publicación en Bohemia: 25 de enero de 1963
IMPRESIÓN DE JOSÉ MARTÍ
Por: RUBÉN DARÍO
Me hospedé en un hotel español, llamado el hotel América, y de allí se esparció en la colonia hispanoamericana de la imperial ciudad la noticia de mi llegada. Fue el primero en visitarme un joven cubano, verboso y cordial, de tupidos cabellos negros, ojos vivos y penetrantes y trato caballeroso y comunicativo. Se llamaba Gonzalo de Quesada y Miranda, y es hoy ministro de Cuba en Berlín. Su larga actuación panamericana es harto conocida. Me dijo que la colonia cubana me preparaba un banquete que se verificaría en casa del famoso restaurateur Martín, y que el "Maestro" deseaba verme cuanto antes. El Maestro era José Martí, que se encontraba en esos momentos en lo más arduo de su labor revolucionaria. Agregó, asímismo Gonzalo, que Martí me esperaba esa noche en Hermand Hall, en donde tenía que pronunciar un discurso en una asamblea de cubanos, para que fuéramos a verle juntos. Yo admiraba altamente el vigor general de aquel escritor único, a quien había conocido por aquellas formidables y líricas correspondencias que enviaba a diarios hispanoamericanos, como La Opinión Nacional, de Caracas, El Partido Liberal, de México y, sobre todo, La Nación, de Buenos Aires. Escribía una prosa profusa, llena de vitalidad y color, de plasticidad y de música. Se transparentaba el cultivo de los clásicos españoles y el conocimiento de todas las literaturas antiguas y modernas; y sobre todo, el espíritu de un alto y maravilloso poeta. Fui puntual a la cita, y en los comienzos de la noche entraba en compañía de Gonzalo de Quesada por una de las puertas laterales del edificio en donde debía hablar el gran combatiente. Pasamos por un pasadizo sombrío; y, de pronto, en un cuarto lleno de luz, me encontré entre los brazos de un hombre pequeño de cuerpo, rostro de iluminado, voz dulce y dominadora al mismo tiempo y que me decía esta única palabra: "¡Hijo!"
Era la hora ya de aparecer ante el público, y me dijo que yo debía acompañarle en la mesa directiva; y cuando me di cuenta, después de una rápida presentación a algunas personas, me encontré con ellas y con Martí en un estrado, frente al numeroso público que me saludaba con un aplauso simpático. ¡Y yo pensaba en lo que diría el gobierno colombiano, de su cónsul general sentado en público, en una mesa directiva de revolucionarios antiespañoles!
Martí tenía esa noche que defenderse. Había sido acusado, no tengo presente ya si de negligencia, o de precipitación, en no sé cuál movimiento de invasión a Cuba. Es el caso, que el núcleo de la colonia le era en aquellos momentos contrario; mas aquel orador sorprendente tenía recursos extraordinarios, y aprovechando mi presencia, simpática para los cubanos que conocían al poeta, hizo de mí una presentación ornada de las mejores galas de su estilo. Los aplausos vinieron entusiásticos, y él aprovechó el instante para sincerarse y defenderse de las sabidas acusaciones, y como pronunció en aquella ocasión uno de los más hermosos discursos de su vida, el éxito fue completo y aquel auditorio antes hostil, le aclamó vibrante y prolongadamente.
Concluido el discurso, salimos a la calle. No bien habíamos andado algunos pasos, cuando oí que alguien le llamaba "¡ Don José! ¡Don José!". Era un negro obrero que se le acercaba humilde y cariñoso. "Aquí le traigo este recuerdito", le dijo. Y le entregó una lapicera de plata. "Vea usted, me observó Martí, el cariño de esos pobres negros cigarreros. Ellos se dan cuenta de lo que sufro y lucho por la libertad de nuestra pobre Patria". Luego fuimos a tomar el té a casa de una amiga suya, dama inteligente y afectuosa, que le ayudaba mucho en sus trabajos de revolucionario.
Allí escuché por largo tiempo su conversación. Nunca he encontrado, ni en Castelar mismo, un conversador tan admirable. Era armonioso y familiar, dotado de una prodigiosa memoria, y ágil y pronto para la cita, para la reminiscencia, para el dato, para la imagen. Pasé con él momentos inolvidables, luego me despedí. Él tenía que partir esa misma noche para Tampa, con objeto de arreglar no sé qué preciosas disposiciones de organización. No le volví a ver más.
(Del libro Autobiografía)

MARTI, VISTO POR MAXIMO GOMEZ


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Fecha de Publicación en Bohemia: 25 de enero de 1963
JOSÉ MARTÍ
Por: MÁXIMO GÓMEZ
Fue José Martí muy poco conocido de sus compatriotas, los cubanos, en el verdadero, esplendoroso apogeo de su gloria. La verdad sea dicha: yo no he conocido otro igual en más de treinta años que me encuentro al lado de los cubanos en su lucha por la independencia de la Patria.
Martí fue cariñosamente admirado en la tribuna, donde flageló siempre a la tiranía y se hizo amar del pueblo cuyos derechos defendía con tesón incansable.
Desde allí, al decir de muchos criollos y extraños, se hizo un hombre notable.
Supo buscar en el libro y en el periódico los mejores y más cariñosos factores poniéndolos al lado del obrero cubano en el taller de trabajo para que se instruyera, principalmente en el amor a las cosas de la Patria, y se sintiera después bien hallado con la nueva sociedad que debía venir; creándose de ese modo la República por le pueblo y para el pueblo. Predicó la escuela como la panacea que curaría todos nuestros males como consecuencia de una vida anterior de atraso crudísimo, de privilegio y oscurantismo.
Aún siendo niño se encaró contra el poder usurpador de los derechos de su Patria, y por eso vagó llevando un grillete al pie, pues buen cuidado había que tener la tiranía de apagar en Cuba toda lámpara que, como Plácido, pudiese dar algún destallo de luz.
Siempre lo fue Martí, en suma: activo, rebelde, contra todas las tiranías y usurpaciones.
Enhorabuena, todo eso es espléndido y edificador, sublime si se quiere; pero Martí no debió tener necesidad de hacer grandes esfuerzos para llenar esa misión que él mismo se había impuesto. Para aquel cerebro dotado de sorprendentes recursos intelectuales y para aquel hombre de gran corazón, debemos presumir que no era una empresa que ofreciese grandes dificultades que vencer.
El atrevimiento era mesurado, se tenía que contar con el tiempo y esperar que la semilla fructificara nuevamente después de tantos fracasos. La esperanza no había muerto en el corazón del pueblo, y Martí, hombre de penetración, comprendió eso y en esa grande y sólida base apoyó el extremo de su palanca.
Pero llegó un momento para Cuba en que Martí debía completarse y se completó, y he aquí donde yo lo he visto grande y hermoso y donde muy pocos tuvieron la ocasión de contemplarlo, consumando el mayor de los sacrificios: franco, sencillo y resuelto, y sin que pudiese esperar, halagado, el aplauso: porque en la guerra todo es duro y escueto. Frente a la muerte no se puede mentir, hasta allí no se puede llegar sino desnudo de ficciones.
Yo vi a Martí entero y sin decaimiento cuando el tremendo fracaso de La Fernandina, en donde lo perdimos todo, quedándonos sin recursos y sin crédito como premio doloroso de algunos años de ímprobo trabajo. ¡Qué días tan amargos aquellos que nos tenía preparados el destino! Al lado de la terrible contrariedad que sufrían unos hombres preparados con entusiasmo para una gloriosa empresa, ese fracaso no solamente dejaba comprometida aun la vida, sino también algo más grande, el honor. Preciso era en lance tan desesperado jugarse el todo por el todo, y vi entonces a Martí, sin miedo y resuelto a correr los azares de una suerte por demás incierta, cuando para cumplir la palabra empeñada con la propia conciencia y con la Patria, nos lanzamos a la mar en débil barquichuelo, llevándoles en vez del elemento de guerra a los compañeros combatientes ya, la dolorosa noticia del fracaso. Los hombres de honor que sepan apreciar aquella desairada situación nuestra, sobre todo para Martí, que era el director de las cosas de fuera, han de pensar, junto conmigo, que era preciso poseer una gran dosis de entereza para no sentirse desconcertado ante tamaño infortunio, y muy bien pudiera apreciarse de manera distinta para la vehemencia de la opinión pública, desesperada por ver realizada la empresa con tanta insistencia anunciada. El pueblo, y sobre todo los eternos enemigos de la Revolución, podrían decir con sobra de razón: "He aquí el parto de los montes".
Después de eso vi a Martí resuelto y entero, cuando no contento el destino con la desgracia con la cual acababa de fustigarnos, dispuso fuésemos traicionados y abandonados en el mar por los mismos que se habían comprometido, mediante una retribución adelantada, a conducirnos a la tierra amada.
Momentos angustiosos fueron aquellos, capaces de meter miedo a los espíritus más fuertes y mejor templados y a los hombres como Martí no acostumbrados a los azares de la guerra. Extraño contraste, habíamos principiado con la más horrenda derrota, para obtener después, como se ha visto, la más espléndida victoria. Así ha sido Cuba y seguirá siéndolo.
Al fin vencimos de tantos trastornos y de tantas infamias y a costa de sacrificios sin cuento, y yo vi entonces también a Martí, atravesando las abruptas montañas de Baracoa con un rifle al hombro y una mochila a la espada, sin quejarse ni doblarse, al igual de un viejo soldado batallador, acostumbrado a marcha tan dura a través de aquella naturaleza salvaje, sin más amparo que Dios. Después de todo este martirizante calvario y cuando el sol que alumbraba las victorias principió a iluminar nuestro camino, yo vi a José Martí -¡qué día aquel!- erguido y hermoso en su caballo de batalla, en Boca de Dos Ríos. Como un venado, jinete, rodeado de aquellos diestros soldados, que nos recuerda la Historia, cubiertos de gloria en las pampas de Venezuela.
Allí, en Boca de Dos Ríos, y de esa manera gloriosa, murió José Martí. A esa gran altura se elevó para no descender jamás, porque su memoria está santificada por la Historia y por el amor, no solamente de sus conciudadanos, sino de la América toda también.
(Carta a Francisco María González, 1902)
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MARTI VISTO POR GABRIELA MISTRAL





Fecha de Publicación en Bohemia: 1ro. de febrero de 1953
"América tiene que agradecer esta labor cubana de mantener vivo a Martí", dice Gabriela Mistral
En cada viaje a Cuba, encuentra más ancha y difundida la vida y la obra del Apóstol. Su deuda al escritor, y a Sarmiento, "ese toro bravo". La visión del continente y la difusión de Martí en América. "Una nueva guerra arruinaría a Europa, a la humanidad". Enamorada de Martí...
Entrevista por: ÁNGEL AUGIER
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Alta, austera, serena, llega de nuevo a Cuba Gabriela Mistral, ansiosa de decir personalmente su "recado" al oído de José Martí, en su cumpleaños –en el centenario de aquel a quien ella ha llamado "el hombre más puro de la raza". Mucho nos ama Gabriela al Apóstol y a través de él y de su pueblo, a nuestra Isla, con un amor más acendrado cada día y renovado en cada ocasión en que el sol que iluminó la infancia de Martí, toca la rica humanidad de esta chilena universal, de esta gran mujer americana.
Eso solo justifica su presencia en las fiestas martianas, y el cariño y la devoción con que se acoge a la poetisa fuerte y tierna y a la educadora de profunda huella, en esta tierra que es ya como la de su espíritu.
Lucila Godoy Alcayaga es su nombre verdadero, y nació en Vicuña, en el norte de Chile, en abril de 1889. Autodidacta, por irresistible vocación ingresó en el magisterio a los 15 años, distinguiéndose pronto por su talento y consagración. El primer lauro por sus versos lo obtuvo en un certamen poético en 1914, en Santiago de Chile, y pronto su seudónimo de Gabriela Mistral se hizo frecuente al pie de magníficos poemas en revistas y libros de lectura. Por su personalidad pedagógica y literaria fue exaltada a directora de escuela en 1918, en Punta Arenas, y traslada a Santiago con igual categoría en 1921, cuando ya había alcanzado justa nombradía continental.
En 1922, el Instituto de las Españas de la Universidad de Columbia editó su primera colección de poemas: Desolación, punto de partida de su recia y fecunda obra lírica; y ese mismo año se trasladó a México invitada por el ministro de Educación, José Vasconcelos, para colaborar en la reforma docente desarrollada entonces. Allí publicó el Libro Lecturas para Mujeres, y regresó a Chile en 1925, después de viajar por Estados Unidos y algunos países de Europa, entre ellos España en que publicó su poemario Ternura.
En 1926 partió nuevamente al extranjero, para representar a su país en el Instituto de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones, y entre 1930 y 1931 visitó nuevamente Estados Unidos y recorrió las Antillas y la América Central, donde ofreció conferencias y cursos en universidades e instituciones culturales. Fue en esa ocasión que vino a Cuba por primera vez y dio a conocer ese bellísimo estudio suyo sobre La lengua de Martí. Y desde 1932 ha desempeñado cargos consulares del Gobierno de Chile en ciudades de Europa y de América, y dictado conferencias y colaborado en principales diarios y revistas del Continente. Ha publicado posteriormente otros libros de poemas, entre ellos Tala, el producto de cuya primera edición dedicó al auxilio de los niños republicanos españoles.
(...)Ostenta el Premio Nobel de Literatura, que le fue concedido en 1945.
Vino directamente desde Nápoles, donde residía desde hace años como Cónsul General de su país, y proyecta pasar unas vacaciones en la Florida cuando abandone Cuba
La mirada profunda como de quien ha andado muchos caminos de meditación, y la voz listada de emoción, Gabriela no abandona el tema de Martí: "Me conmueve esta labor cubana constante de mantener vivo a Martí, de convivirlo. En otros países nuestros no ocurre eso: a nuestros héroes, a nuestros maestros, los veneramos dejándolos quietos. La lealtad cubana ha elegido a su hombre José Martí como quien elige su ejercicio cotidiano de amor que le crezca el alma, que le acicatee sin descanso las potencias y que no le deje morir el culto de lo heroico, del cual más vivimos que morimos. La justicia para Martí se la dan ustedes grande, pero no histérica. América lo agradece."
"Yo le debo mucho a Martí –dice Gabriela con su sencillez encantadora-. Es el escritor hispanoamericano más ostensible en mi obra. Después viene, en segundo término, ese toro bravo de la Argentina que es Sarmiento, a quien le falta la poesía, la fuerza lírica que sobraba a Martí. Con todo, era un lindo viejo mal genioso, que vivió peleando por la libertad y por la cultura, como Martí, con otros elementos y otro temperamento, peleó por la independencia. De hombres como ellos está necesitada esta América nuestra que nos duele".
El tema de Martí es entrañable en Gabriela Mistral: su rostro se ilumina y su habla lenta y armoniosa se hace más dulce: "Después de más de medio siglo, el resplandor que echa de sí esa carne mártir sigue creciendo; su aureola vale por la hornaza misma de los soles cubanos; su gloria viva, no ateneísta, es un brasero que arde en el bohío antillano, en la última escuela rural y en la institución civil de mujeres y de hombres. Yo me encuentro, cuando regreso a mi Antilla, esta gloria más planturosa que cuando la dejé, lo cual me hace feliz, por mi América, que tantas negruras feas de ingratitud lleva consigo..."
La ilustre chilena, como si fijara sus ojos dulces, pero severos sobre el continente, expresa en tono dolorido, tras de aspirar su cigarrillo: "Es agradecimiento todo en mi amor de Martí, no solo al escritor, también del guía de hombres terriblemente puro, que la América produjo en él, como un descargo enorme de los guías sucios que hemos padecido, que padecemos y que padeceremos todavía. Muy angustiada me pongo a veces cuando me empino desde la tierra extraña a mirar hacia nuestros pueblos... y les toco la injusticia social, que hace en el Continente tanto bulto como la cordillera misma, las viscosidades de la componenda falsa, el odio que lo tijeretea en todo su cuerpo, y la jugarreta trágica de barrio a barrios nacionales."
Cuando se le pregunta a la poetisa de Desolación sobre la reacción de la Europa que acababa de abandonar, ante los peligros de guerra, exclama adolorida: "¡Ah, ese tema es como si me tocaran una llaga. Me duele mucho esa demencia suicida de llevar a la humanidad a otra guerra, que significaría la ruina para todos los pueblos por varios años. Azuzar a la destrucción es criminal: es como calar las heridas aún abiertas! ¡Qué sería de Europa, del mundo, si vuelve a tirarse de bruces en el horror de otra guerra, de la que algunos para abreviar, llaman con siniestro acento ‘la Otra’...!"
Gabriela Mistral considera que Martí aún no es conocido en toda su grandeza en el continente. "Es preciso –dice- que se haga una edición de su obra para inundar los países de América, pero deberá ser barata para hacerla accesible a la clase media, pobre y a los trabajadores. Debe ser una selección de la obra de Martí con temas no absolutamente antillanos, sino de alcance más americano y universal, para que llegue su mensaje a la América del Sur. Allá vivimos muy distante de la cultura de las Antillas y de la América Central, cuyas literaturas no se conocen. Debía formarse un fondo común de estos países para difundir organizadamente los valores de su cultura."
Gabriela, con su habla queda, no cesa de bordear y encentrar el gran tema del Apóstol, tan caro a ella y como conciente de la reiteración gustosa, sonríe ampliamente y dice: "Voy a contarle un chiste: hace años, di una conferencia en un pueblito cubano, naturalmente sobre Martí. Como yo en el fondo soy una aldeana chilena siempre me gusta ir a los pueblos y hablar con sus gentes y a sus gentes. Cuando salía de mi conferencia, oí que una mujer comentaba: ¡Esa señora está enamorada de Martí!; me detuve y le respondí: ¡Y dígalo usted. Lo único que lamento es no haberlo llegado a conocer personalmente. Y usted también se hubiera enamorado de conocerlo...!"