Fecha de Publicación en Bohemia: 1ro. de febrero de 1953
"América tiene que agradecer esta labor cubana de mantener vivo a Martí", dice Gabriela Mistral
En cada viaje a Cuba, encuentra más ancha y difundida la vida y la obra del Apóstol. Su deuda al escritor, y a Sarmiento, "ese toro bravo". La visión del continente y la difusión de Martí en América. "Una nueva guerra arruinaría a Europa, a la humanidad". Enamorada de Martí...
Entrevista por: ÁNGEL AUGIER
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Alta, austera, serena, llega de nuevo a Cuba Gabriela Mistral, ansiosa de decir personalmente su "recado" al oído de José Martí, en su cumpleaños –en el centenario de aquel a quien ella ha llamado "el hombre más puro de la raza". Mucho nos ama Gabriela al Apóstol y a través de él y de su pueblo, a nuestra Isla, con un amor más acendrado cada día y renovado en cada ocasión en que el sol que iluminó la infancia de Martí, toca la rica humanidad de esta chilena universal, de esta gran mujer americana.
Eso solo justifica su presencia en las fiestas martianas, y el cariño y la devoción con que se acoge a la poetisa fuerte y tierna y a la educadora de profunda huella, en esta tierra que es ya como la de su espíritu.
Lucila Godoy Alcayaga es su nombre verdadero, y nació en Vicuña, en el norte de Chile, en abril de 1889. Autodidacta, por irresistible vocación ingresó en el magisterio a los 15 años, distinguiéndose pronto por su talento y consagración. El primer lauro por sus versos lo obtuvo en un certamen poético en 1914, en Santiago de Chile, y pronto su seudónimo de Gabriela Mistral se hizo frecuente al pie de magníficos poemas en revistas y libros de lectura. Por su personalidad pedagógica y literaria fue exaltada a directora de escuela en 1918, en Punta Arenas, y traslada a Santiago con igual categoría en 1921, cuando ya había alcanzado justa nombradía continental.
En 1922, el Instituto de las Españas de la Universidad de Columbia editó su primera colección de poemas: Desolación, punto de partida de su recia y fecunda obra lírica; y ese mismo año se trasladó a México invitada por el ministro de Educación, José Vasconcelos, para colaborar en la reforma docente desarrollada entonces. Allí publicó el Libro Lecturas para Mujeres, y regresó a Chile en 1925, después de viajar por Estados Unidos y algunos países de Europa, entre ellos España en que publicó su poemario Ternura.
En 1926 partió nuevamente al extranjero, para representar a su país en el Instituto de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones, y entre 1930 y 1931 visitó nuevamente Estados Unidos y recorrió las Antillas y la América Central, donde ofreció conferencias y cursos en universidades e instituciones culturales. Fue en esa ocasión que vino a Cuba por primera vez y dio a conocer ese bellísimo estudio suyo sobre La lengua de Martí. Y desde 1932 ha desempeñado cargos consulares del Gobierno de Chile en ciudades de Europa y de América, y dictado conferencias y colaborado en principales diarios y revistas del Continente. Ha publicado posteriormente otros libros de poemas, entre ellos Tala, el producto de cuya primera edición dedicó al auxilio de los niños republicanos españoles.
(...)Ostenta el Premio Nobel de Literatura, que le fue concedido en 1945.
Vino directamente desde Nápoles, donde residía desde hace años como Cónsul General de su país, y proyecta pasar unas vacaciones en la Florida cuando abandone Cuba
La mirada profunda como de quien ha andado muchos caminos de meditación, y la voz listada de emoción, Gabriela no abandona el tema de Martí: "Me conmueve esta labor cubana constante de mantener vivo a Martí, de convivirlo. En otros países nuestros no ocurre eso: a nuestros héroes, a nuestros maestros, los veneramos dejándolos quietos. La lealtad cubana ha elegido a su hombre José Martí como quien elige su ejercicio cotidiano de amor que le crezca el alma, que le acicatee sin descanso las potencias y que no le deje morir el culto de lo heroico, del cual más vivimos que morimos. La justicia para Martí se la dan ustedes grande, pero no histérica. América lo agradece."
"Yo le debo mucho a Martí –dice Gabriela con su sencillez encantadora-. Es el escritor hispanoamericano más ostensible en mi obra. Después viene, en segundo término, ese toro bravo de la Argentina que es Sarmiento, a quien le falta la poesía, la fuerza lírica que sobraba a Martí. Con todo, era un lindo viejo mal genioso, que vivió peleando por la libertad y por la cultura, como Martí, con otros elementos y otro temperamento, peleó por la independencia. De hombres como ellos está necesitada esta América nuestra que nos duele".
El tema de Martí es entrañable en Gabriela Mistral: su rostro se ilumina y su habla lenta y armoniosa se hace más dulce: "Después de más de medio siglo, el resplandor que echa de sí esa carne mártir sigue creciendo; su aureola vale por la hornaza misma de los soles cubanos; su gloria viva, no ateneísta, es un brasero que arde en el bohío antillano, en la última escuela rural y en la institución civil de mujeres y de hombres. Yo me encuentro, cuando regreso a mi Antilla, esta gloria más planturosa que cuando la dejé, lo cual me hace feliz, por mi América, que tantas negruras feas de ingratitud lleva consigo..."
La ilustre chilena, como si fijara sus ojos dulces, pero severos sobre el continente, expresa en tono dolorido, tras de aspirar su cigarrillo: "Es agradecimiento todo en mi amor de Martí, no solo al escritor, también del guía de hombres terriblemente puro, que la América produjo en él, como un descargo enorme de los guías sucios que hemos padecido, que padecemos y que padeceremos todavía. Muy angustiada me pongo a veces cuando me empino desde la tierra extraña a mirar hacia nuestros pueblos... y les toco la injusticia social, que hace en el Continente tanto bulto como la cordillera misma, las viscosidades de la componenda falsa, el odio que lo tijeretea en todo su cuerpo, y la jugarreta trágica de barrio a barrios nacionales."
Cuando se le pregunta a la poetisa de Desolación sobre la reacción de la Europa que acababa de abandonar, ante los peligros de guerra, exclama adolorida: "¡Ah, ese tema es como si me tocaran una llaga. Me duele mucho esa demencia suicida de llevar a la humanidad a otra guerra, que significaría la ruina para todos los pueblos por varios años. Azuzar a la destrucción es criminal: es como calar las heridas aún abiertas! ¡Qué sería de Europa, del mundo, si vuelve a tirarse de bruces en el horror de otra guerra, de la que algunos para abreviar, llaman con siniestro acento ‘la Otra’...!"
Gabriela Mistral considera que Martí aún no es conocido en toda su grandeza en el continente. "Es preciso –dice- que se haga una edición de su obra para inundar los países de América, pero deberá ser barata para hacerla accesible a la clase media, pobre y a los trabajadores. Debe ser una selección de la obra de Martí con temas no absolutamente antillanos, sino de alcance más americano y universal, para que llegue su mensaje a la América del Sur. Allá vivimos muy distante de la cultura de las Antillas y de la América Central, cuyas literaturas no se conocen. Debía formarse un fondo común de estos países para difundir organizadamente los valores de su cultura."
Gabriela, con su habla queda, no cesa de bordear y encentrar el gran tema del Apóstol, tan caro a ella y como conciente de la reiteración gustosa, sonríe ampliamente y dice: "Voy a contarle un chiste: hace años, di una conferencia en un pueblito cubano, naturalmente sobre Martí. Como yo en el fondo soy una aldeana chilena siempre me gusta ir a los pueblos y hablar con sus gentes y a sus gentes. Cuando salía de mi conferencia, oí que una mujer comentaba: ¡Esa señora está enamorada de Martí!; me detuve y le respondí: ¡Y dígalo usted. Lo único que lamento es no haberlo llegado a conocer personalmente. Y usted también se hubiera enamorado de conocerlo...!"
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